Alerta alimentaria en Chile

06/07/2016 - 13:34

Javier Guzmán, director de VSF Justicia Alimentaria Global

Artículo de opinión publicado en Nuevatribuna.es

Hace pocos días ha entrado en vigor en Chile un nuevo reglamento alimentario para que todos aquellos alimentos altos en calorías, azúcares, sodio y grasas saturadas, tengan una advertencia en la cara principal de su envase donde se informe sobre el alto contenido de dichos nutrientes. Esto se hará a través de un logotipo impreso: un octágono, de fondo negro y letras blancas, con la leyenda "Alto en" similar a un signo "STOP". Además, en los colegios se prohibirá la venta de estos productos. En publicidad  se ha aprobado que estos  alimentos no puedan publicitarse en medios dirigidos a menores de 14 años. Productos como el huevo Kinder  y otros con perfiles nutricionales semejantes, ya no podrán ser publicitados a la población infantil en Chile. En Chile la reacción del lobby alimentario ha sido tan fuerte que el propio senador Gido Gerardi que presenta la moción ha declarado que “vamos a presentar una moción que establezca que -ante estas presiones tan graves- haya clausura de las empresas que no cumplan con la ley, porque las multas para ellos es algo irrisorio”.Agregó también que “regularemos que los canales de distribución como supermercados no puedan poner en sus góndolas productos no rotulados que incumplen la ley” y anunció una campaña pública “para dar a conocer cuáles son las malas empresas y que reciban una sanción social.

En España, en cambio, la industria tiene barra libre, sin ningún tipo de regulación pública sobre este asunto y donde todo vale, aunque nuestra tasa de obesidad infantil sea la primera de la Unión Europea y segunda del mundo, por supuesto con índices de obesidad general muy por encima de Chile.

¿Qué ha pasado para que países como Chile regulen y ataquen la comida insana y procesada?

En las últimas décadas, llevados por el enorme poder acumulado por las grandes corporaciones de alimentación industrial el mundo está experimentando una dramática transición nutricional. De dietas locales, adaptadas y sostenibles a una dieta industrial “occidentalizada”. Este cambio en la dieta es la principal causa de un aumento exponencial de la obesidad y enfermedades no transmisibles (ENT). En España por ejemplo, actualmente el 70% de nuestra dieta está basada en alimentos procesados.

Además el sistema alimentario actual está destruyendo el medio ambiente del que depende nuestro futuro. Este sistema genera más del 30% de los gases de efecto invernadero antropogénico (GEI) las emisiones, además  es la principal causa de la deforestación, el cambio del uso del suelo y la pérdida de biodiversidad, si esto no fuera poco representa el 70% de todo el consumo humano de agua y es una fuente importante de agua tóxica. Si hablamos del medio marino, pues otro tanto de lo mismo donde las actuales prácticas pesqueras están acabando con las principales especies que nos alimentan.

Sin embargo, detrás de este enorme gasto y destrucción de recursos naturales, el resultado no puede ser peor. Si bien este sistema alimentario genera la suficiente comida para alimentar sin problemas a más de 7 mil millones, su extrema desigualdad hace que gran parte de la población, la mitad que cuenta  con menos recursos, no puedan acceder a una alimentación adecuada. Los efectos en nuestra salud son pavorosos, según los últimos datos del macroestudio Global Burden of Disease (Coste mundial de la enfemedad) (1), que publicó recientemente 'The Lancet', es una dieta inadecuada el factor de riesgo que más problemas causan en nuestra salud y es responsable del 21% de las muertes evitables. Lo podemos decir de otra manera: casi una de cada 4 personas que muere en el mundo lo hace a causa de una dieta inadecuada y esa muerte seria evitable.

 

En conjunto, es una dieta inadecuada lo que más problemas causa en nuestra salud. El estudio ha analizado 14 factores de riesgo relativos a la alimentación por separado que, en combinación, fueron responsables de ese 21% de las muertes. En diez países europeos, incluido España, las investigaciones muestran que la obesidad duplica las probabilidades de no poder vivir una vida activa normal.

En el caso de España, además, se constata que el principal factor de riesgo que está reduciendo la salud de la población, es el alimentario.

Es obvio exigir un cambio de rumbo a las actuales políticas alimentarias, un cambio de rumbo radical y urgente hacia una alimentación que tenga como objetivo alimentar a la población de una forma adecuada y sana y con el menor impacto posible en el medioambiente. Es necesario sacar las políticas alimentarias y agrícolas del ámbito de lo “sectorial” y llevarlas al primer plano del debate político. Todas las grandes políticas globales que aparecen en las agendas internacionales como los Objetivos de Desarrollo de la ONU  (ODS) o el Acuerdo de París sobre cambio climático, no se podrán conseguir sino se aborda una transformación del actual sistema alimentario.

Sin embargo, tenemos buenas noticias. Sabemos que un cambio de dieta hacia una sostenible, podría reducir la mortalidad (i) hasta un 10% y disminuir entre un 29% y 70% los gases de tipo invernadero derivados del sistema alimentario. De no acometerse un cambio radical, los problemas se irán agravando de una manera acelerada por cuanto la población crece, es más urbana y su alimentación exigirá mayor intensidad de recursos y por otro lado calorías baratas, aumentando los problemas de obesidad y enfermedades derivadas.

Para abordar este problema no vale con campañas de  marketing, y campañas de promoción “estilo de vida saludable” que no son que nada más que operaciones cosméticas.

Es necesario abrir un debate político profundo y  empezar a generar una Política Alimentaria. Una política que supera el actual sistema estancado sectorial que no permite un abordaje integral de la problemática, y así vemos que  tenemos políticas económicas, agrarias, sanitarias, totalmente descontentadas unas de otras etc.. todas menos una política alimentaria capaz de alinearse con objetivos de salud pública y lucha contra el cambio climático.

Esta debe tener, como se puede intuir, diferentes aspectos y focos, pero es necesario priorizar la problemática que más incide en el actual desequilibrio del sistema. Este sería fundamentalmente el del  acceso a comida sana. Para ello se ha de reformular la actual composición de los precios, para  hacerlos asequibles al grueso de la población, para ese 50% de la población del que hablaba más arriba. Por tanto el cambio hacia una política fiscal coherente con los objetivos sanitarios es imprescindible. Además necesitamos un sistema de producción local y sostenible, que pasa obligatoriamente por un apoyo directo a los pequeños agricultores y por último una política de inversión en la creación de infraestructuras de comercialización, almacenamiento y distribución de pequeña escala. Necesitamos sistemas eficaces de protección al consumidor, sobre todo a los menores de edad, regulaciones como la que entrará en vigor a final de este mes en Chile.

Teniendo en cuenta estos datos no podemos seguir negando que el cambio del sistema es tan hondo y urgente que no podemos esperar que sean las propias multinacionales que lo han creado las que luchen contra él, como, por otro lado, nuestros gobiernos nos piden que hagamos.


(1) http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(15)60692-4/fulltext
(i) Springmann M, Godfray C, Rayner M, Scarborough P. Analysis and valuation of the health and climate change cobenefi ts of dietary change. Proc Natl Acad Sci USA 2016