Javier Guzmán, director de VSF Justicia Alimentaria Global
Artículo de opinión publicado en Nuevatribuna.es
España es el primer productor mundial de aceite de oliva. La producción media anual desde 2010/2011 hasta 013/2014 ha superado las 1.351.000 toneladas. En el año 2014 España exportó a EEUU 136.402 toneladas de aceite de oliva por valor superior a los 436 millones de dólares.
EEUU es un importador neto de aceite de oliva ya que la producción local, concentrada en el estado de California, es muy reducida (cerca de 7.600 toneladas de media en las últimas cinco campañas), lo que no satisface la demanda interna. En 2014 Estados Unidos importó más de 300.000 toneladas de aceite de oliva, por valor superior a los 1.100 millones de dólares. El primer proveedor de EEUU, en valor, fue Italia y, en volumen, España.
Viendo estos datos, todo hace pensar que el acuerdo TTIP podría ser un gran sueño para el sector del aceite en nuestro país y para miles de familias que viven del olivar, pero en realidad dicho sueño se tornaría en oscura pesadilla al poco tiempo de su entrada en vigor.
Esto es así, fundamentalmente porque la producción de oliva ha vivido los últimos años una profunda revolución con la llegada del modelo de producción intensivo o superintensivo diseñado y desarrollado en Estados Unidos. Un modo de producción basado en el riego, campañas más cortas y regulares, recogida mecanizada de toda la producción con ahorro sensible de costes en mano de obra y una más rápida molturación. Los olivos se fijan en hilera, seguidas con pasillos para dejar paso a las máquinas que recogen el fruto tras haber recibido su buena de dosis de agroquímicos. En Estados Unidos son utilizados más de 80 pesticidas cuyo uso está prohibido en territorio europeo.
Según un informe de Agromillora Iberia, entre los años 2005 y 2009 ya se han plantado 7.348 hectáreas nuevas de olivar intensivo en Estados Unidos. La llegada del olivar superintensivo también ha supuesto la implantación de variedades españolas como la Arbequina y la Arbosana y de la griega Koroneki en detrimento de las variedades italianas Frantoio, Pendolino o Leccio tan del gusto de los productores norteamericanos en la década de los 90. Según el estudio de Agromillora Iberia, harían falta 125.000 nuevas hectáreas de olivar para abastecer el consumo de aceite de oliva del mercado norteamericano. A partir de ahí se podría iniciar la expansión a mercados como el Europeo, donde ya existe una demanda fuerte creada y dónde no sería difícil competir a precios mucho más baratos, debido por un lado a las dramáticas diferencias de costes entre los distintos modos de producción. Según datos de la Asociación Española de Municipios del Olivo los costes medios de producción en modo superintensivo en España se encuentran en una media de 1,32 euros por kilo de aceite y, en cambio, el coste de producción en secano tradicional, que es la mayor parte de los olivares en España, se sitúa entre los 3,06 euros si no es mecanizable y los 2,20 si lo es. Un estudio internacional sobre costes de producción de aceite de oliva realizado por el Consejo Oleícola Internacional (COI) certifica que más del 70 % del olivar mundial podría no ser rentable. Esto coincide con las formas tradicionales de cultivo que en España representa el 75% de la superficie cultivada.
Además, aunque es nuestro país nos volcáramos a la producción superintensiva en riego, (para lo cual no disponemos de recursos hídricos), habría que tener en cuenta un dato determinante, y es que nada tiene que ver el tamaño medio de las explotaciones agrícolas a un lado y otro del Atlántico. En concreto, en la UE la media de hectáreas por explotación es de 18 mientras en los EEUU esa cifra se eleva a 176. En España más, del 50 por ciento de las explotaciones tienen menos de 5 hectáreas. Así, vemos que en la UE se considera una gran explotación agraria aquella que tiene más de 50 hectáreas, en los EEUU, aquella que tiene más de 800. Estas enormes extensiones de terreno hacen que sus costes de producción se sitúen incluso por debajo de 1 euro el kilo de aceite. Sin embargo, en Andalucía, la mayor productora de aceite en España, más del 90% de los olivares están en la modalidad de minufundio.
Pero no se trata de un cálculo de posibilidades de mercados futuros, sino de realidades e intereses a corto plazo, así lo deja claro las declaraciones de Kimberly Houlding, Asociación Americana de Productores Aceite de Oliva. “Una reducción o eliminación de aranceles, por primera vez permite que los productores estadounidenses tengan la oportunidad de ofrecer a los consumidores europeos opciones adicionales en el aceite de oliva virgen extra de alta calidad.”
Resumiendo, la producciones españolas no podrán competir con los precios de las grandes producciones americanas por un simple cálculo de economía de escala. Además con el acuerdo del TTIP, los productores españoles perderían sus únicas barreras de defensa además de los aranceles, esto es la regulación diferencial en cuanto a seguridad alimentaria y la protección de las denominaciones de origen. Simplemente los consumidores de una día para otro encontraríamos en los supermercados aceite de oliva virgen de variedades iguales que las actuales, de igual calidad, eso sí a la mitad de precio.
Con estos datos ¿de verdad se atreve el Ministerio de Agricultura a decir a los cientos de pueblos y familias aceituneras que el TTIP es una oportunidad?