- Con motivo del Día Internacional de las luchas campesinas, el movimiento internacional campesino hace un llamamiento a visibilizar las iniciativas de soberanía alimentaria que han garantizado el derecho de las personas a la alimentación sana y sostenible.
- De la resiliencia de las comunidades en esta pandemia podemos dar muy buena cuenta en Justicia Alimentaria. Hemos seguido tejiendo durante todo este tiempo una amplia red de alimentos de producción agroecológica, con transformación y distribución local, y que aseguraran una alimentación sana a toda la población.
Precisamente este 2021, en un contexto de pandemia global, se cumplen 25 años desde que en la Cumbre de la Alimentación de 1996 La Vía Campesina planteara la “soberanía alimentaria” como propuesta alternativa al modelo que sigue hoy causando hambre, desigualdad y crisis climática.
La soberanía alimentaria nace como derecho de los pueblos a producir de manera autónoma alimentos sanos, nutritivos y agroecológicos, que respeten los recursos naturales y las culturas locales, además de contribuir a la sostenibilidad del planeta.
La pandemia global ha evidenciado la fragilidad de un sistema alimentario que no protege a las personas que alimentan al mundo, y que antes de la crisis ya tenían serias dificultades para alimentarse a sí mismas y a sus familias.
La COVID-19 ha empeorado esta situación para muchos trabajadores agrícolas y alimentarios, aumentando sus niveles de pobreza, la desigualdad y profundizando su inseguridad alimentaria.
Además, según refleja el Informe del Mecanismo de la Sociedad Civil y los Pueblos Indígenas (MSC) los efectos a nivel global “han demostrado que las cadenas mundiales de suministro industriales respaldadas por las políticas neoliberales dependen de la extracción y la explotación de las personas y el planeta. Han acarreado daños económicos, financieros, ambientales y sociales y han agravado el cambio climático y las desigualdades.” El informe “Voces desde los territorios: De la Covid-19 a la transformación de nuestros sistemas alimentarios” contrapone estos efectos perversos con las respuestas de las comunidades a la pandemia, que, en cambio, “han promovido los valores de la comunidad, la solidaridad, la resiliencia, la sostenibilidad y la dignidad humana.”
¿Cómo ponemos en práctica la soberanía alimentaria?
De la resiliencia de las comunidades en esta pandemia podemos dar muy buena cuenta en Justicia Alimentaria. Hemos seguido tejiendo durante todo este tiempo una amplia red de alimentos de producción agroecológica, con transformación y distribución local, y que aseguraran una alimentación sana a toda la población.
¿Dónde? Tejiendo redes en Haití, Cuba, Bolivia, y Senegal…
En Haití hemos seguido trabajando en la red de distribución de semillas, esencial para asegurar la producción de alimentos locales en el país, que además siente las bases de una agricultura resiliente a favor del campesinado haitiano.
Precios justos
En Bolivia, las comunidades indígenas bolivianas no sólo producen colectivamente: transforman, comercializan y consumen y reparten los beneficios entre toda la comunidad. Toda una experiencia de sistema de alimentación resiliente que tratamos de reforzar y expandir.
Agricultura urbana equitativa
En Cuba apoyamos el movimiento de Agricultura Urbana que garantiza el suministro prioritariamente a escuelas, hospitales, centros de maternidad, etc.
En Senegal, algunos productos (pescado, leche y hortalizas) están perdiendo valor debido al cierre de los mercados semanales por la COVID-19. Es esencial, por ello, asegurar una conservación óptima de los productos perecederos con buenas infraestructuras.
La pandemia ha hecho ver la importancia de relocalizar la producción y de una buena red de distribución que llegue a los más vulnerables.
Nuestro trabajo pretende fortalecer sistemas alimentarios locales que aseguren una alimentación sana a toda la población.
Llamamos a la solidaridad entre pueblos para hacer frente a esta crisis, creando y apoyando redes. Los Estados deben disponer de redes de producción y distribución propias para alimentar a su población. Solamente así podremos salir de la crisis. Solamente así podremos poner en práctica la soberanía alimentaria y un modelo que garantice el derecho a una alimentación adecuada desde la justicia social.