La tentación verde

07/01/2016 - 12:07

Artículo de opinión de Javier Guzmán publicado en Nuevatribuna.es

El aumento del consumo de alimentos ecológicos no hace nada más que aumentar, convirtiéndose ya en uno de los grandes vectores que conformarán el mercado en los próximos años. Así lo cree la empresa consultora  Research and Markets que en su estudio “Global Organic Food Market Forecast and Opportunities 2020, prevé que el mercado mundial de alimentos orgánicos crezca a una tasa compuesta anual de más del 16% hasta el 2020.

España además se ha convertido en el país con mayor superficie de la UE dedicada a la producción ecológica, con 1,6 millones de hectáreas de cultivo. El consumo nacional también ha aumentado, aunque el 75% de la producción se acaba exportando. Pero a lo que pareciera una muy buena noticia en realidad esconde importantes amenazas que es necesario analizar.

Por un lado, las estadísticas dicen que los consumidores piden cada vez más productos ecológicos. Esto es cierto, pero, ¿todos? Según el último estudio elaborado por el MAGRAMA sobre la “Evolución de la tipología y perfil sociodemográfico del consumidor de alimentos ecológicos en España”; en los últimos tres años el consumo de productos ecológicos ha aumentado, representando un 29.3% de la población española, en la que en algún momento han consumido productos ecológicos, frente al 26.1% en 2011. A pesar de este aumento el consumo de este tipo de productos no está extendido a todas las clases sociales. El perfil del consumidor de productos ecológicos se caracteriza por ser de clase media alta, con una edad media de unos 43.7 años. Según este informe, la razón principal de estos consumidores por la que consumen este tipo de productos es por salud y en segundo lugar por el sabor.

Frente a esta realidad, grandes multinacionales ya se han lanzado a ocupar este mercado, con un fuerte apoyo desde la administración pública. Ya podemos ver cómo grandes empresas de distribución llenan sus estanterías de productos ecológicos y cómo grandes compañías  desarrollan insumos agrarios destinados fundamentalmente a lo que consideran el gran reto, producir ecológico a gran escala. De esta forma se cambiaría el tipo de producto pero no se tocaría en absoluto la actual estructura y control de la alimentación en manos de pocas multinacionales.

Es una buena noticia saber que los trabajadores de estas grandes plantaciones no son envenenados sistemáticamente por agrotóxicos y pesticidas, pero no podemos darnos por satisfechos.

Si bien es fácil caer en la tentación de comprar productos ecológicos en los grandes supermercados, al hacerlo no podemos engañarnos, debemos saber que seguimos entonces consolidando un sistema alimentario basado en alimentos kilométricos provenientes de la otra parte del mundo, que el consumo de este tipo de productos no va a cambiar los problemas de deforestación, de acaparamiento de tierras, de uso excesivo de recursos hídricos, la explotación de millones de trabajadores con salarios bajos y penosas condiciones laborales, no va a cambiar el actual modelo industrial dónde es más barato comprar comida basura preparada que alimentos frescos de calidad.

Se trata al fin del desarrollo de un mercado exclusivo para una élite que se lo puede pagar y la mejor excusa para no abordar los necesarios cambios en el actual modelo de alimentación globalizada. No resuelve los enormes problemas que este sistema causa a millones de personas. Es necesario desmontar la imagen benéfica de este consumismo verde y reivindicar más que nunca que este no es el modelo de alimentación que queremos. Debemos seguir pensando de una manera más sistémica y luchar por una agricultura y alimentación con campesinos y campesinas, basada en la producción local y la comercialización a través de circuitos cortos. El derecho a alimentación debe estar en el centro y el control de la alimentación debe tenerlo la ciudadanía. Debemos seguir luchando, al fin, por la soberanía alimentaria.