Artículo de opinión de Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria
Publicado originalmente en Nuevatribuna.es
Los poderes de la UE nos alertan del cambio climático, de la necesidad de medidas urgentes de transición energética, de restricciones en la movilidad de las ciudades, o incluso creamos ministerios y direcciones generales de transición ecológica, pero con la otra mano, impulsa acuerdos de libre comercio por todo el mundo, en este caso con Mercosur. ¿Y usted dirá, qué tiene que ver esto con el cambio climático?
Después de 38 rondas de negociaciones, en las últimas semanas se han reactivado las negociaciones entre la UE y los países del Mercosur para cerrar lo antes posible un acuerdo de libre comercio. La UE es la región del mundo que más defiende los tratados de libre comercio y con ello el proceso de globalización, y lo hace de una forma intensa, sobre todo después del fracaso de las negociaciones del famoso TTIP con EE.UU.
"Este acuerdo con Mercosur, aparte de enormes efectos negativos en cuento a riesgo en nuestra salud, fundamentalmente por el de uso de productos fitosanitarios, hormonas y antibióticos que en la UE están prohibidos, tiene un impacto inmenso en términos de aumento de huella ecológica"
Si no conocen este tratado, en resumen, se trata de un súper acuerdo donde la UE intercambia la entrada al mercado americano de bienes industriales, automóviles, etc... y contratos de servicios, provisión, construcción, etc.. con toda la administración pública a cambio del acceso al mercado europeo de más toneladas de carne, principalmente de vacuno, polo, azúcar y etanol. Por tanto un acuerdo dónde el sector cárnico es uno de los núcleos más importantes.
Este acuerdo con Mercosur, decía, aparte de enormes efectos negativos en cuento a riesgo en nuestra salud, fundamentalmente por el de uso de productos fitosanitarios, hormonas y antibióticos que en la UE están prohibidos, tiene un impacto inmenso en términos de aumento de huella ecológica. Y eso porque tenemos que recordar en los países de mercorsur, en este momento está dedicando sus mejores tierras al cultivo de forraje. Una de las zonas más castigadas por el fenómeno de la expansión de monocultivos destinados al forraje La FAO explica que la ganadería utiliza hoy en día el 30 por ciento de la superficie terrestre del planeta, que en su mayor parte son pastizales, pero que ocupa también un 33 por ciento de toda la superficie cultivable, destinada a producir forraje. La tala de bosques para crear pastos es una de las principales causas de la deforestación, en especial en Latinoamérica, donde por ejemplo el 70 por ciento de los bosques que han desaparecido se han dedicado a pastizales.
Este acuerdo tiene fija un contingente de 78.000 toneladas de carne de vacuno, lo que supondría según un estudio realizado por COAG (en su equivalente de peso en canal) a un total de 2 millones de vacas nodrizas lo que supone más del número total de cabezas de Bélgica, Bulgaria, Dinamarca, Estonia, Grecia, Croacia, Chipre, Letonia, Luxemburgo, Hungría, Malta, Eslovenia, Eslovaquia, Lituania, Finlandia y Suecia juntas. Ahora calculen la necesidad de toneladas de pienso necesario para este aumento, y por tanto de más y más tierra para monocultivo.
Este acuerdo como es obvio, estaríamos firmando a inevitablemente la desaparición del sector de producción de vacuno a Europa y en nuestro país. Un sector dónde todavía tenemos un buen porcentaje de ganadería familiar, que entre otras cosas, es determinante para la fijación población en el mundo rural, y que además existen numerosos casos de prácticas en producción extensiva o semi–extensiva, que es justamente una de las claves de lucha contra el despoblamiento y el cambio climático.
La ganadería tiene un lugar claro y demostrado en los agroecosistemas, cumple una función de simbiosis con el sistema agrario y, si se hace bien, permite cerrar y completar los circuitos energéticos y de materiales de estos sistemas, además de ser una buena fuente de alimentación sana y equilibrada.
Sabemos que necesitamos urgentemente una bajada drástica del consumo de carne, sobretodo rojas y procesadas, pero que el consumo que nos quede ha de provenir de un modelo sostenible y por tanto local, sin embargo este acuerdo va justo en sentido contrario, ataca la salud de los ciudadanos, por cuanto pone en riesgo la seguridad alimentaria, abaratará los precios de carnes rojas y procesadas lo cual hará aumentar nuestro consumo ya desaforado, acabará de vaciar nuestros pueblos y tendrá un impacto incalculable en la destrucción de bosques en Sur América. Por tanto perdemos todos, bueno todos no, disculpen, ganan las industrias del automóvil, las grandes constructoras, sociedades de capital e inversión.