El circo de la publicidad alimentaria no deja de sorprender y cada día nos encontramos con productos que, o bien no son lo que parecen, o bien se venden como saludables cuando en realidad no lo son. Este primer análisis de las galletas AvenaCol cumple los dos requisitos y por ese motivo lo hemos escogido para dar comienzo a una serie de artículos que, bajo el paraguas de «la gran estafa alimentaria», tiene como objetivo denunciar que actualmente se publicitan y se venden productos alimentarios claramente perjudiciales para la salud.
Las galletas AvenaCol se anuncian como beneficiosas para reducir el colesterol y utilizan como reclamo de venta las propiedades beneficiosas del betaglucano, un elemento presente en la avena. Pero ¿realmente este tipo de galleta procesada puede tener algún beneficio para la salud? Claramente, no. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) considera que para que el betaglucano pueda contribuir al mantenimiento de los niveles normales de colesterol en sangre, se deben consumir al menos 3 gramos al día. Las galletas AvenaCol solamente contienen 2,2 gramos de betaglucano por 100 gramos de galletas. Así pues, para obtener los beneficios del betaglucano, se deberían consumir 150 gramos de galletas o, lo que es lo mismo, 18 galletas. ¿Qué efectos tendría para la salud el consumo de 18 galletas?
Los productos procesados suelen ser una bomba de azúcar, sal y grasas. Estas galletas también lo son. De ahí el sinsentido de que puedan venderse como un producto que ayuda a reducir el colesterol. Si se analiza el perfil nutricional del producto, y teniendo en cuenta las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los datos hablan por sí solos: 18 galletas contienen 31 g de azúcar (unos 4 sobres), a pesar de que la OMS considera que una persona adulta puede consumir un máximo de 25 g de azúcar al día. El consumo de 150 g de galletas supondría, además, el 40% de la ingesta máxima recomendada en un día de grasas saturadas (6 g) y 1 g de sal, el 20% de la ingesta máxima recomendada también en un día. Cabe señalar que pueden atribuirse a la alimentación insana (alta en azúcar, sal y grasa) entre un 40-55% de las dolencias cardiovasculares, un 45% de los casos de diabetes y entre un 30-40% de algunos tipos de cáncer, como el de estómago o colon. Esto significa que tratar de obtener betaglucano de una fuente alimentaria como las galletas industriales no solo es ineficaz, sino que también puede ser perjudicial para la salud porque es una forma de cargar el organismo con un exceso de azúcar, grasa y sal.
La Fundación Española del Corazón
El análisis nutricional del producto no es lo más asombroso. Lo más escandaloso es que un producto con estas características esté reconocido por la Fundación Española del Corazón. ¿Cómo es posible? Tras la fundación se encuentra una serie de socios estratégicos que la respalda, como Campofrío, Danone o Coca-Cola. Para la industria, esto supone una estrategia perfecta, ya que es la mejor manera de que la sociedad crea que si el producto tiene un aval médico, será, cuanto menos, bueno.
Etiquetado semáforo
Una de las fuertes demandas de la campaña Dame Veneno ha sido establecer unos perfiles nutricionales claramente diferenciados, tal y como recomienda la OMS. Esto permitiría distinguir fácilmente los alimentos insanos de los que no lo son y poder establecer un etiquetado claro para que se pueda visualizar de manera evidente si se trata de un producto saludable o no. En este caso, si las galletas AvenaCol tuvieran un etiquetado semáforo
—utilizado ya en países como Inglaterra—, podría distinguirse claramente que no tienen un buen perfil nutricional y, por tanto, no son saludables. Este producto tendría marcadas las grasas, las grasas suturadas y la sal de color naranja oscuro y el azúcar, de color rojo.
¿Qué pedimos?
Esta situación es evitable. Pero de nada sirven las campañas educativas recomendando una dieta saludable, y tampoco resultan útiles los acuerdos voluntarios de la industria, cuyo objetivo es aparentar que se están tomando medidas mientras, en realidad, nada cambia. En este tema nos jugamos mucho, porque no nos encontramos ante un problema individual. Las causas son estructurales y son necesarias políticas públicas encaminadas a reducir el consumo de alimentos procesados, anteponiendo la salud de la población a los intereses de la gran industria alimentaria. Además de un etiquetado claro para todos los productos alimenticios que permita diferenciar claramente los alimentos que pueden considerarse insanos, es necesario un control efectivo de la publicidad alimentaria y una política impositiva para modificar los hábitos de consumo: aplicar un tipo impositivo alto a los productos insanos y facilitar el acceso a una alimentación saludable.