Javier Guzmán, director de VSF Justicia Alimentaria Global
Artículo de opinión publicado en Nuevatribuna.es
La expansión del actual modelo capitalista basado en el desarrollo de nuevas tecnologías antes o después tenía que llegar a la producción de alimentos. La alimentación es un enorme y jugoso mercado en que ya han desembarcado las grandes corporaciones y fondos de inversión para poner en marcha lo que han venido a llamar la “nueva revolución verde”.
No es difícil ver ya el desarrollo y uso de drones, robótica aplicada de diferente tipo, tractores sin conductor o todo lo que puedan llegar a imaginar.
Pero el gran negocio no es ese, la gran pelea de las corporaciones del agronegocio realmente es el control y acaparamiento de datos, el 'data grabbing'.
Los últimos años estamos siendo testigos del espectacular crecimiento de inversión, al igual que en otros sectores, en la creación de enormes plataformas de información, en este caso de información agrícola y ganadera.
¿Para qué sirven estos datos? Pues para recolectar datos críticos para la producción, ya sean meteorológicos, de suelos, fertilidad, cultivos, plagas, desarrollo de animales en granja, enfermedades, producción etc… procesarlos, almacenarlos en la nube, para devolverlas después en forma de información inteligente para el manejo de los cultivos, de forma que se producirían un gasto más eficiente de insumos, y en eso están los sabios de Silicon Valley, le llaman “Smart Farm” o Agricultura de precisión. Esta tecnología a través de sensores, teléfonos, tablets le dirán a los agricultores que tipo y cantidad de agroquímico, fertilizante, semilla, agua etc., han de utilizar y de una manera más eficiente. Ya les dirán también dónde han de comprar sus insumos, sobre todo los que tienen que ver con el paquete agroquímico y a buen seguro recibirán ofertas personalizadas. Su estrategia no es distinta a la de otras aplicaciones y plataforma de la red, utilizar servicios gratuitos o a bajo coste para conseguir a cambio sus datos.
Detrás de este modelo tecnificado y aparentemente eficiente e inocuo se encuentra en realidad una vuelta de tuerca más al modelo de agricultura industrial que se viene desarrollando desde los años 60, y que finalmente ha supuesto un enorme fracaso en cuanto a productividad, generando además enormes problemas sanitarios y medio-ambientales, así como desaparición de población rural.
Es claro que no tiene sentido histórico estar en contra de la expansión y desarrollo de la revolución industrial más importante del siglo XXI, con la que de hecho ya estamos conviviendo, es más, mucho de estos desarrollos serán sin duda beneficiosos para la agricultura. El debate no es por tanto tecnología sí o no. El debate que afectará al corazón de nuestra alimentación será el control de estos datos, y su aplicación a qué modelo de agricultura y alimentación, porque cuando hablamos de datos hablamos en realidad de un recurso crítico como lo es la tierra, el agua y las semillas.
Estás tecnologías deben ser dirigidas hacia el objetivo del bien común, los datos no pueden representar una pérdida más de nuestro control sobre lo que producimos y comemos como fue hace décadas por ejemplo la patente de las semillas por grandes empresas o el proceso brutal de acaparamiento de tierras y agua.
No se trata por tanto de un debate técnico sino fundamentalmente político. Es imprescindible reivindicar el papel de lo público, porque será necesario a corto plazo la aplicación de regulaciones y establecimiento de políticas públicas que garanticen el acceso a estos dados y tecnología a través de diferentes estrategias como la inversión pública en innovación, desarrollo de software libre etc., con el objetivo de asegurar que esta tecnología está adaptada al desarrollo de un modelo, una agricultura familiar sostenible de pequeña escala.
No podemos resignarnos que la actual y previsible expansión de las nuevas tecnologías otorgue un grado más y posiblemente definitivo de poder a las grandes transnacionales sobre nuestra alimentación, la disyuntiva es la misma, o seguimos ahondando en un sistema industrial y globalizado de la alimentación o uno basado en los principios de la soberanía alimentaria. Se trata de una cuestión política crucial y en el centro estará la batalla sobre quién será la soberana de los datos, las grandes corporaciones del agro o los agricultores y consumidores.
Los datos son nuestros. No debemos tardar en ver la organización de cooperativas no solo de producción y consumo, sino también de datos.