La sustentabilidad socioambiental, prioridad de la agricultura urbana y suburbana en Cuba

04/12/2019 - 11:07

La diversificación y retroalimentación de los cultivos, el uso de bioplaguicidas producidos localmente, la articulación de la producción agrícola con la ganadería y el uso de energías renovables son algunas claves de un modelo agrícola en equilibrio con el entorno natural

 

Ha pasado un cuarto de siglo desde que la agricultura urbana, suburbana y familiar (AUSUF) comenzó a expandirse en Cuba, y desde entonces, se han sumado a ese proceso unas 350.000 personas en los 168 municipios del país. El modelo parte de los presupuestos de la agroecología para garantizar tanto la sostenibilidad ambiental del modelo como el acceso de la mayor parte de la población a alimentos saludables. Esos presupuestos pasan por intercalar y rotar los cultivos, así como por evitar los productos químicos que dañan el suelo, el medio ambiente y la salud humana.

Gracias a ello, Cuba está recuperando la fertilidad de un suelo que había sido degradado tras siglos años de monocultivos intensivos –como la caña de azúcar– así como, durante la segunda mitad del siglo XX, el abuso de plaguicidas y fertilizantes químicos. El objetivo es que cada espacio donde se producen alimentos, como fincas o huertos, funcionen como ecosistemas, en equilibrio con la naturaleza.

Las prácticas agroecológicas, que recuperan los saberes campesinos sin perder de vista las innovaciones científicas, han demostrado un alto nivel de eficiencia, pues “se posibilita el procesamiento de residuos biodegradables de la ciudad para alimentación de animales y abonados de plantas, y es factible además la vinculación directa entre productores, extensionistas, científicos y niveles oficiales”, como afirma la agrónoma Aurelia Castellanos, que preside la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA).

Se trata de buscar la autosustentabilidad de los territorios, a partir de un uso eficiente de los recursos; pero una eficiencia que no tiene que ver, como sucede con el modelo del agronegocio, con la maximización de la ganancia, sino con la sostenibilidad socioambiental. Esto se logra gracias a la vinculación, cuidado y retroalimentación de cada uno de los integrantes de los procesos productivos del suelo, llámense suelo, agua, cultivos, animales o personas. Así lo explica Castellanos: “En la AUSUF, lo usual y recomendable es que se integren diferentes tipos de producción (tanto cultivos varios como ganadería) para su retroalimentación: por ejemplo, se crea el compost y la lombricultura con residuosd e cosechas y estiércol generados en las propias áreas productivas. Un cultivo organopónico tiene que rotar sus cosechas cinco o seis veces al año para ser más eficiente”.

Los cultivos organopónicos a los que se refiere Castellanos son un sistema de cultivo ecológico que se creó en Cuba. Se trata de producir hortalizas en espacios sin tierra, que aumentaban como producto de la crisis, tales como edificios sin terminar, derrumbes de viejos edificios o construcciones planificadas que no se iniciaron. Estos espacios, con paredes especialmente bajas, se rellenan con tierra mejorada con materia orgánica en canteros y que se deben regar de forma localizada y el riego puede ser por goteo, aspersión o microjet. Según la ACPA, Cuba cuenta hoy con 8.200 hectáreas de organopónicos.

Por lo que respecta a la articulación entre la producción agrícola y la ganadera, se sigue también el principio de diversificación agropecuaria y el aprovechamiento de los recursos locales: “Se integra la producción de alimento animal, de semillas y la obtención de pie de crías. Se fomenta el uso de cercas vivas [hechas de vegetación] y la integración de especies de plantas que sirven para el alimento animal, así como el mayor aprovechamiento de los espacios y las buenas prácticas en el manejo tecnológico del cultivo y de los animales”, argumenta Castellanos.

Sustentabilidad territorial

Otro factor fundamental para garantizar la sostenibilidad del proceso es la gestión de los desechos. La AUSUF utiliza biodigestores o digestores biológicos, esto es, contenedores herméticos en los que se deposita la materia orgánica, como desechos vegetales o frutales, y también materia que segregue bacterias, proveniente de carne en descomposición o de excremento de animales, dentro de una disolución con agua. De esta forma no sólo se evita que los desechos contaminen, sino que se obtienen productos tales como biogás y abonos biológicos que hacen la tierra más fértil.

Es central, también, el aspecto energético. Si el modelo del agronegocio suele conllevar un elevado gasto de combustibles fósiles, debido al uso intensivo de tractores y a las largas distancias que recorren insumos y productos, en el modelo de la AUSUF es todo lo contrario: “El gasto de energía fósil es mínimo, porque la mayoría de las actividades son manuales. En la agricultura suburbana, donde las unidades de producción son de mayores dimensiones, se emplea mecanización combinada con tracción animal”, explica Luis Vázquez, miembro de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF). Además, el gasto energético que sí requiere el modelo se suple con energías renovables, como molinos de viento y paneles solares.

La idea de fondo es que los territorios sean autosustentables, es decir, que puedan producir aquellos alimentos que necesitan consumir. Existe  “el mito de que la agroecología no es capaz de resolver la necesidad de alimentos frescos de las poblaciones urbanas”, en palabras de Aurelia Castellanos; pero lo cierto es que, en la  mayor parte de los pueblos y ciudades del país, a excepción de La Habana y alguna otra gran aglomeración urbana, se produce localmente entre un 60 y un 70% de los alimentos que se consumen; y esta cifra puede todavía puede crecer.

Desde 2009, la apuesta es que la producción crezca sobre todo por la agricultura suburbana, es decir, aquella que se produce en un radio de hasta 10 kilómetros en el caso de las capitales, 5 km en ciudades intermedias y 1 km para pueblos de menos de mil habitantes. “En las zonas urbanas se cultivan hortalizas de hoja, mientras que en la periferia se cultiva de todo, principalmente frutales, e incluso crías de ganado menor”, señala Vázquez.

Desafíos a futuro

Existen multitud de experiencias y se han logrado grandes avances en estos 25 años. “Más de 1,5 millones de hectáreas son ya de agricultura urbana y suburbana”, señala Luis Vázquez, y enumera las consecuencias que ha tenido el desarrollo de la AUSUF: “La alimentación local ha mejorado: los productos son más diversos, de más fácil acceso y con un precio apropiado. También es una importante fuente de empleo local, aporta servicios ecosistémicos y es una influencia para jóvenes y niños”.

Hay, también, cosas por mejorar y desafíos a futuro. Luis Vázquez cree que, para que la agricultura suburbana siga expandiéndose, debe introducirse maquinaria de pequeña escala, que no degrade el suelo. También se requieren mejoras relativas a la conservación de alimentos y el transporte a los mercados.

Por su parte, Castellanos señala que “los principales problemas que han dificultado un mayor desarrollo de la agricultura urbana radican en la producción insuficiente de materia orgánica y de semillas especializadas”. La presidenta de ACPA lo explica así: “Los productores actualmente producen materia orgánica, principalmente, a partir de restos de cosecha y la excreta de los animales, utilizando tecnologías apropiadas, pero no en cantidades suficientes para el desarrollo de producciones intensivas. En la producción de semilla, se logran niveles que aún no satisfacen los requerimientos de los productores en determinados cultivos, por lo que dependen de la importación de semillas a nivel provincial y nacional”.

“Un desafío es la valorización de los productos obtenidos en sistemas agroecológicos”, añade Vázquez, que refiere a la necesidad de que la población reconozca el valor de la producción agroecológica, tanto por sus aportes a la sostenibilidad ambiental como por lo que respecta a los impactos para la salud que conlleva eliminar el uso de agotóxicos, sin olvidar las mejoras en las condiciones de trabajo de los productores.

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