Opinión de Javier Guzmán, Director de VSF Justicia Alimentaria Global y Andoni García, miembro de la ejecutiva de COAG y de EHNE Bizkaia
Artículo publicado en Nuevatribuna.es
La desaparición este año de la cuota lechera beneficia directamente al proceso de concentración que la industria alimentaria y ganadera está impulsando los últimos años. La desaparición de las cuotas lecheras no es un ajuste técnico de un sector en concreto, se trata en realidad de una apuesta ideológica por la desaparición de los últimos vestigios de lo que fue una regulación de mercados y que tiene impactos dramáticos más allá de los puramente sectoriales.
Estos últimos meses después de las cuotas podemos observar de una manera vertiginosa los nefastos resultados. Así vemos como la mayoría de las empresas lácteas están ofreciendo contratos a ganaderos con un precio base de 0,26-0,28 euros litro e incluso han pagado a precios de 0,22 a partir de amenazar al ganadero con dejarle de recoger y luego "hacerle el favor" de llevarle la leche. Todo esto muy lejos de los costes de producción calculados en 0,34 euros, por tanto obligándolos a trabajar a pérdidas. Además, la eliminación de las cuotas ha erosionado aún más el poder de negociación de los productores. La ecuación a la que se enfrentan es sencilla, o venden al mínimo precio y la cantidad que les dicen, o no les recogen la leche, porque ya no tienen obligación de hacerlo.
Frente a esta situación, es escandalosa la total inacción de la administración pública, que lejos de reaccionar, tan sólo ha sido capaz de establecer un fondo limitado en el tiempo de pago directo como una manera de cuidados paliativos antes de la segura muerte de la ganadería familiar en nuestro país. El mensaje es claro, solo los más grandes y los más integrados podrán sobrevivir, el resto vayan haciendo las maletas.
DESCARADO OLIGOPOLIO
En este momento, los diez grupos lácteos más importantes manejan el 80% de toda la leche que se recoge en España. El 60% de la leche recogida se destina a la leche líquida envasada; en este subsector, siete empresas controlan el 75%, y las tres primeras más del 40%. Del resto del mercado lácteo (del que, como se ve, apenas queda nada), el 50% lo controlan, directamente, los supermercados a través de sus “marcas blancas”. No se ve mucha atomización, más bien un descarado oligopolio.
Se trata de un planteamiento absolutamente ideológico que no tiene en cuenta la destrucción de empleo local y pérdida de población rural. En muchas comarcas del país para los que la ganadería era el elemento básico de fijación de población y la realidad es que llueve sobre mojado, la desaparición de la ganadería familiar no deja lugar a dudas. En el estado español, en los últimos 50 años se han perdido 112 explotaciones al día, pero la intensidad de la extinción se ha incrementado últimamente y en los últimos 8 años ha ascendido a 255 pérdidas al día. En 1994, existían en España 140.000 explotaciones lácteas. Hoy, sólo quedan 17.000. Y no sólo en la fase productiva, cualquier iniciativa de pequeña escala en las fases de transformación y comercialización tiende a seguir la misma suerte. La apisonadora de los que mandan en la cadena las hace inviables.
LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA MIRA PARA OTRO LADO
Después de este planteamiento la pregunta parece obvia ¿De verdad, no hay otra forma de organizar el sector de forma que sea más justo y equilibrado y por tanto proteja la economía local de pequeña escala? ¿De verdad la administración pública sólo puede mirar para otro lado mientras desaparecen pueblos enteros?
Pues bien, mientras en España la ganadería lechera no participa del beneficio de la venta de un litro de leche y pierde dinero, en Canadá la ganadería se queda con el 54% del precio final de venta de ese mismo litro de leche. Así en el Estado español de cada 100 euros que pagamos por la leche, según el MARM, la fase de producción se queda con un beneficio de 0 €, la distribución se queda con al menos un 60% (pudiendo llegar a ser del 90%) y el resto (10%-40%) se lo queda la industria. Las diferencias entre Canadá y el Estado español no existen por casualidad.
Entonces ¿qué es lo que están haciendo estos locos canadienses? Pues aunque nuestros gobernantes les parezca una blasfemia, en Canadá tienen una política directa de intervención en los mercados, con el objetivo de reforzar las partes más débiles de la cadena de producción y equilibrar población y territorio.
En Canadá han desarrollado un modelo de gobernanza del sector donde las ganaderías son miembros de las juntas de negociación provinciales de venta de leche y venden su leche ahí. Estas juntas son gobernadas en cada provincia por las ganaderías y tienen la autoridad legal de regular, decidir precios e inspeccionar la calidad láctea. Las ganaderías y el gobierno deciden estos elementos anualmente, estando también presentes la industria y la distribución. Están presentes sí, pero, y esto es clave, tienen voz pero no voto. Con este mecanismo las ganaderías pueden cubrir sus costes de producción y asegurarse unas condiciones justas, por tanto no necesitan subsidios para este apartado y eso favorece a la ciudadanía que, además, paga menos impuestos para ello.
Que nadie se engañe, el desmantelamiento de la regulación del sector lechero en Europa supone la punta de lanza de toda una estrategia dirigida a exterminar la agricultura y ganadería campesina y familiar para entregarle en total control de nuestra alimentación a grandes multinacionales.