La valorización y reconocimiento del rol de las mujeres, tradicionalmente invisibilizado, es indispensable para entender el éxito de la agricultura urbana en Cuba
En apenas un cuarto de siglo, la población cubana ha logrado dar un enorme impulso a la producción urbana y suburbana de alimentos, con una perspectiva agroecológica, sostenible ambientalmente y justa socialmente. Unas 350.000 personas en el país están vinculadas a este proceso que ha logrado ya que en torno a tres cuartas partes de los alimentos que se necesitan para alimentar a pueblos y ciudades –con la salvedad de La Habana y Santiago, dado el desafío que supone abastecer a las grandes ciudades– provengan de la producción local de alimentos. Todo esto no hubiera sido posible sin la participación activa de las mujeres. No es esta una novedad: las mujeres han desempeñado históricamente un papel central en la producción de alimentos, tanto por garantizar el trabajo reproductivo al interior de los hogares, como por su participación en las labores de siembra y cosecha. Lo que no ha sido tan común a lo largo de la historia es que ese papel sea reconocido, valorado e incentivado por la sociedad en su conjunto.
Para lograr este reconocimiento, han sido fundamentales las diferentes estrategias desplegadas por las organizaciones para promover enfoques transversales de género que promuevan la equidad. Es el caso de la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), que lidera Aurelia Castellanos. Para la ACPA, la cuestión de género se identifica como un tema de justicia social; de ahí su radical importancia. “Las mujeres son protagonistas en la agricultura urbana, suburbana y familiar (AUSUF): desde los inicios la AUSUF ha sido una fuente de empleo especialmente para las mujeres, que ha sido integradas en la toma de decisiones, en la entrega de tierras para su usufructo o al ser seleccionadas como beneficiarias de proyectos de diverso tipo”, apunta Castellanos. Para que así sea, “se estimulan las buenas prácticas, se reconoce con premios a mujeres que han obtenido resultados significativos y pueden ser un modelo, y se estimula la participación en eventos y trabajos divulgativos”, añade la presidenta de ACPA.
Entre las buenas prácticas que se promueven al interior de la organización, pueden destacarse el intercambio y divulgación de experiencias diversas, la realización de cursos especializados y talleres de agricultura familiar, la apuesta sostenida por el incremento de mujeres que son parte de la organización, la participación en procesos de capacitación y en la divulgación a través de los medios de comunicación y de la existencia de un manual de estilo para la comunicación, la creación de materiales didácticos, manuales, pancartas y otros, o la creación de un premio anual a la excelencia en el trabajo a mujeres productoras. Por último, pero no menos importante, la ACPA le otorga una importancia central a la formación de las nuevas generaciones, a través de círculos de interés que promueven la vocación agropecuaria entre los y las jóvenes.
Gracias a esta y otras iniciativas, la ACPA ha logrado avances que se traducen en números contundentes. Así, para el caso de la ciudad de La Habana, la asociación la logrado pasar de un 14% de mujeres en los inicios del a organización, al momento presente en que, de sus 1.597 asociados, el 45% son mujeres. Más aún: se ha pasado de un 4% a un 49% de directivas.
Aportes en todas las fases del proceso
En los procesos de agricultura urbana en Cuba, el aporte de las mujeres es clave en todas las fases del proceso, incluyendo la cocina. Lo sabe bien Madelaine Vázquez Gálvez, autora del libro Cocina ecológica en Cuba y parte del movimiento Slow Food Internacional, de la Sociedad para la Promoción de las Fuentes Renovables de Energía y el Respeto Ambiental (Cubasolar) y de la Asociación de la Ciencia y la Tecnología de los Alimentos en Cuba. Formada en Ingeniería de la alimentación social, Vázquez Gálvez fue una de las creadoras de la red que une en Cuba a gastrónomos y campesinos, que hoy configura un Movimiento de Alimentación Sostenible del que forman parte más de 150 personas, organizadas en torno a siete grupos temáticos.
Dentro de este movimiento, afirma Vázquez, “el tema del género y la equidad ha estado presente en todas las intervenciones”, con el objetivo de “superar la cultura machista que subyace desde la colonia”. Para ello, se brindan periódicamente capacitaciones a las familias campesinas con perspectiva de género: “No hay proyecto o acción en que la mujer no esté presente”, resume Madelaine Vázquez, y matiza que en el Movimiento de Alimentación Sostenible las chefs son en su mayoría mujeres.
Por tanto, las mujeres ocupan roles de importancia a lo largo de todas las fases del proceso de producción, distribución, comercialización, elaboración y preparación de los alimentos. Así resume la situación Luis Vázquez, miembro de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF): “La incorporación de las mujeres en la agricultura urbana ha sido impresionante, como administradoras de las unidades de producción, como responsables de procesos productivos y como trabajadoras agrícolas. Las mujeres no han sido solo trabajadoras, sino que han aportado innovaciones, organización del trabajo y calidad de resultados”. Añade el ingeniero: “Es un tema muy activo, tanto en los proyectos como en el programa de agricultura urbana. Las mujeres han demostrado ser muy buenas agricultoras y su rol en las unidades de producción es muy amplio. Auguro un gran potencial, porque tiene muchas ventajas para ellas, para su familia y para la sociedad”.
Un trabajo históricamente invisibilizado
“El trabajo en el campo ha estado tradicionalmente vinculado a los hombres y, aunque la mujer ha jugado un papel importante, generalmente fue invisibilizado”, señala la ingeniera agrónoma Evelyn Gueishman, del Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (Inifat), en su artículo “Avances, retos y desafíos de la mujer en la agricultura urbana, suburbana y familiar”. Gheishman apunta a un rasgo esencial del proceso político y social que en Cuba ha encumbrado la agricultura urbana, suburbana y familiar (AUSUF): el reconocimiento de ese papel que las mujeres desempeñan en la producción de alimentos, y que históricamente ha sido desvalorizado: ellas “generalmente han tenido que hacer el doble de esfuerzo que los hombres para obtener el mismo reconocimiento, tanto en el constante interés de aprendizaje, como en la producción y en responsabilidades de liderazgo”, apunta la investigadora.
Las investigaciones citadas por Evelyn Gueishman concluyen que allí donde se incorporan mujeres en los procesos productivos de la AUSUF, se logra mayor organización y disciplina y se constituyen “equipos de trabajo más productivos, creativos” y comprometidos. Gueishman concluye que la inteligencia emocional de las mujeres “permite afrontar grandes desafíos con creatividad para enfrentar diferentes tareas de forma eficiente”. En su artículo, la investigadora apunta también a los enormes desafíos que quedan por delante; en especial, la necesidad de “eliminar el machismo y el neomachismo que aún queda en este sector”.