Un producto light engorda menos, un alimento natural tiene menos aditivos, uno casero es artesano, uno que termina en –ol nos ayuda a bajar el colesterol, uno llamado sanísimo es más sano, uno con lactobacillus mejora nuestras defensas, un batido de cacao enriquecido con calcio es bueno para la población infantil, un paté con hierro es un alimento sano para los niños, unos pollos camperos son producidos por un pequeño campesino/a, y así hasta el infinito. ¿Pero realmente es así? La mayoría de las veces no. ¿Entonces nos engañan? Sí. ¿Se puede evitar? Sí.
El informe de Mentira podrida comienza describiendo la gran influencia que la publicidad alimentaria ejerce en nuestras compras y hábitos de consumo y las cantidades de dinero que la industria alimentaria dedica a ella. Sigue con el análisis de cómo la sociedad actual busca cada vez más elementos como la salud o la producción fresca, sana y local en nuestra compra alimentaria y cómo estas demandas del consumo están siendo respondidas por la industria alimentaria, no ofreciendo realmente este tipo de alimentación sino haciéndonos creer que lo hacen con una mera representación virtual. Transforma un alimento que no es sano en otro que lo parece y se publicita como tal, disfraza un producto altamente procesado e industrializado de alimento campesino, fresco y elaborado al ladito de nuestra casa. Finalmente, la tercera parte del documento ejemplifica, a través de casos concretos, las deficiencias existentes en la normativa actual (vacíos legales) y las vulneraciones flagrantes que la industria alimentaria perpetra en los ámbitos donde existe algún tipo de regulación.
Es evidente que el marketing influye en nuestro consumo, esa es su razón de ser, pero alguna línea se cruza cuando, además, nos engaña ¡Pues claro que nos engaña, es un anuncio, qué quieres! Hemos repetido tantas veces la frase que nos la hemos creído. La publicidad no debería engañarnos. Se entiende que forman parte de sus estrategias la exageración, el lirismo, las metáforas, la hipérbole o la emotividad. Bien. Es legítima la estrategia de evocación. Correcto. Pero cuando todo ello se utiliza directamente para vendernos una cosa significativamente distinta a la que nos muestran, entramos en otro terreno. El del fraude y el engaño. Y eso, entre otras cosas, es ilegal.
No debe existir impunidad cuando lo que nos dice la publicidad es falso y además esa falsedad afecta a aspectos tan importantes como son la salud o el medio ambiente.
La falsa publicidad alimentaria es doblemente grave, no solamente vulneran nuestros derechos como consumidores/as sino que dificulta enormemente el desarrollo de una agricultura y ganadería familiar, ecológica y de circuito corto.
El informe Mentira podrida trata del fraude publicitario en alimentación, sus mecanismos y propuestas para reducirlo. Y ello equivale a exigir una regulación pública que nos proteja de él.