Una sola empresa —la líder mundial, JBS— emite casi tantos gases de efecto invernadero como el Estado español, en concreto, el 82 %. Así pues, la top 10 de las empresas cárnicas del mundo emite casi las mismas emisiones que se emiten en el todo el Estado español. Y es que la ganadería industrial es una de las grandes fuentes de contaminación del planeta; sin embargo, la producción de carne industrial ha permanecido, casi siempre, alejada de los focos, aun siendo uno de los principales ejes de los impactos sociales y ambientales que están llevando al planeta a una emergencia sin precedentes. Es por esto que Justicia Alimentaria alerta en este vídeo de los peligros que conlleva la sobreproducción de carne industrial a nivel ambiental.
Si pensamos en las principales corporaciones que controlan la alimentación mundial, los primeros nombres que surgen son, por un lado, empresas asociadas a la agricultura (Monsanto, Bayer, Syngenta o Cargill), y por otro, empresas comercializadoras finales (McDonald’s, Burger King, Danone o Mondelez). Pero existe todo un entramado que enlaza y suele formar parte de estos dos puntos de la cadena y que, a menudo, permanece oculto, aun cuando su poder y sus impactos son mayores que las empresas más conocidas. Nos referimos al entramado cárnico global, que también incluye la producción de cereal y soja y, por tanto, la de piensos. Son las empresas que controlan la producción, el procesamiento y el comercio de carne en todo el mundo. Su oscurantismo público se debe, en parte, a que a menudo se esconden detrás de una marca para sus productos y porque su producto final (carne) no parece ser directamente responsable de tantos impactos negativos como otros sectores, pero las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asociadas a la ganadería suponen alrededor del 14 % del total de emisiones. En concreto, se estima que las cadenas de producción ganadera emiten actualmente un total de 8,1 gigatoneladas de CO2. La mitad corresponde al metano y la otra mitad se reparte entre el óxido nitroso y el dióxido de carbono. ¿Y qué pasa con el consumo de agua? Aunque a menudo quede oculto para el gran público, la producción ganadera es una de las grandes usuarias de agua en el mundo y responsable de buena parte de su agotamiento físico y biológico. Y es que, para obtener un solo gramo de carne, se necesitan enormes cantidades de agua.
Se requieren 15.000 litros de agua para generar un kilo de carne
En el caso de la carne de pollo, se necesitan aproximadamente 4.330 litros de agua por un kilo de carne. Para hacernos una idea, el consumo humano de agua en el Estado español fue en 2018 de 136 litros por persona y día. Teniendo en cuenta el peso medio del pollo de engorde, cada pollo ha consumido más de 11.000 litros de agua, 80 veces la cantidad humana. Para la carne de cerdo, la huella hídrica promedio mundial es todavía superior, de 5.990 litros por kilo de carne. La huella hídrica promedio por caloría para el cerdo es 5 veces mayor que para los cereales y las raíces con almidón, y 3 veces mayor para las legumbres. La carne de res es la que más consumo de agua precisa, ya que el promedio mundial es de unos 15.400 litros por kilo. La creciente escasez de agua en algunas regiones del mundo requiere disminuir el consumo y la producción de carne y cambiar hacia dietas más ricas en proteína vegetal, como las legumbres.
La degradación de la tierra y la desertificación amenazan la tierra fértil y los beneficios que la sociedad humana obtiene de ella en todo el mundo.
La mitad de la capa superficial del planeta se ha perdido en los últimos 150 años. Además de la erosión, la calidad del suelo se ve afectada por otros aspectos de la industrialización agrícola. Estos impactos incluyen la compactación, la pérdida de la estructura, la degradación de nutrientes y la salinidad. Los efectos de la erosión del suelo van más allá de la pérdida de tierras fértiles. Ha llevado a un aumento de la contaminación y la sedimentación en arroyos y ríos, por lo que se han obstruido estos cursos de agua y ha disminuido la cantidad de peces y otras especies. Y las tierras degradadas también suelen ser menos capaces de retener el agua, lo que puede empeorar las inundaciones. Además de todo esto, el suelo es el mayor depósito de carbono del planeta basado en la tierra, ya que lo absorbe de los árboles y la vegetación a medida que mueren y se descomponen. Es un hecho poco conocido que los suelos almacenan 4 veces más carbono que todos los árboles y otras vidas. En el futuro, las personas no podremos alimentarnos si el suelo continúa degradándose, y se está degradando a un ritmo más rápido que nunca. La prioridad número uno como sociedad tiene que ser proteger el suelo, y la producción de carne industrial es una de sus principales amenazas. Cada año, se estima que 24 billones de toneladas de suelo fértil se pierden debido a la erosión. Los distintos estudios coinciden en señalar un alto grado de degradación de los suelos agrarios. Aproximadamente, el 40 % de las tierras degradadas del mundo se encuentran en zonas con la mayor incidencia de pobreza. La reducción del rendimiento agrícola en África debido a la erosión del suelo puede oscilar entre el 2 % y el 40 %, algo que afecta directamente la salud y los medios de vida de aproximadamente 1.500 millones de personas.
Demandas claras para atajar el actual conflicto de intereses entre las grandes corporaciones y el derecho a la salud de las personas y el planeta
El consumo de carne y la producción ganadera no debería ser una amenaza para nuestra salud y el medio ambiente, pero el actual conflicto de intereses entre las grandes corporaciones cárnicas y ganaderas y el derecho a la salud de la ciudadanía y el planeta obligan a tomar medidas contundentes y urgentes hacia un cambio del modelo de consumo y producción. A través de la campaña Carne de cañón, Justicia Alimentaria ha elaborado una batería de propuestas de regulación de políticas públicas, relacionadas tanto con el consumo de carne como con la producción y el medio ambiente. Entre otras cosas, se pide la aprobación de un impuesto sobre el precio de los productos cárnicos procesados, orientado a la reducción de su consumo y a la interiorización de los costes que genera al sistema público de salud; la eliminación de las carnes procesadas y la reducción de las carnes rojas en los menús escolares, según las propias recomendaciones de la OMS; la prohibición de la publicidad de carnes procesadas con perfiles nutricionales insanos dirigida al público infantil; la reducción de los tamaños de las granjas para que sean realmente efectivas a nivel medioambiental; la eliminación de los subsidios dirigidos a la producción cárnica no sostenible.