Guatemala: tierra de identidad expoliada

12/09/2016 - 16:33

Guatemala es una tierra fértil, rica en biodiversidad y cultura ancestral, elementos clave para dotar a una sociedad de calidad de vida garantizada, pero en la práctica desgraciadamente no es una realidad palpable. Pero, si los elementos existen, por qué su población se ve inmersa en un callejón sin salida, donde la subsistencia diaria se convierte en un suplicio cada vez mayor viendo agotarse y morir lentamente su territorio y compañero.

Este país es víctima del hambre y la avaricia de los grandes capitales, o de aquellos que arrasan para conseguirlos. En este caso, pocos adjetivos podrían describir mejor la situación del territorio, como sería indefenso. Tierra perseguida, disputada y explotada, abandonada al deseo de sus opresores. Instituciones rotas y corruptas, que han olvidado el significado de justicia y democracia, condenando a la población a una confusión tal, que a ellos en ocasiones también se les olvidan sus orígenes y la causa de su porvenir.

Parece que los guatemaltecos actuales están sumidos en una crisis de identidad, donde apuntar a culpables escapa de mi condición, pero que evita que el pueblo avance en dirección a su plena soberanía. El rechazo hacia las propias raíces de algunos de ellos, condena el resto a la exclusión y sufrimiento. Aquellos tachados como indios, indígenas de tierras que los acusadores sienten lejanas, son los que se mantienen firmes y conscientes de la importancia de la preservación de la máxima fuente de vida, la pura naturaleza del territorio. Recursos como el agua, la tierra fértil, la biodiversidad de plantas y animales, elementos físicos que no tendrían que ser vistos como explotables y fuente de riqueza material. Deberían ser sentidos y valorados como uno más, de igual manera que sentían los mayas, donde se cuidan mutuamente, para que estuvieran protegidos como merecen, uno y otros.

Guatemala se ha visto devorada por países extranjeros y mandamases que buscan un supuesto desarrollo económico, dejando bien patente que en el mundo capitalista nada es gratuito. Se aprecia en cada cerro quemado, en cada montaña esculpida por minas, en los kilómetros inacabables de monocultivos y el aire infestado de químicos que desprenden, en cada río secado, en cada hidroeléctrica asentada como paraíso laboral. Es aquí, donde uno se cuestiona si vale la pena entrar en ese juego que los supuestos salvadores presentan como solución a todos los males de esta sociedad. Incluso parece que sus remedios, más que soluciones, son el origen de la devastación.

Queda claro que es una presa fácil para grandes empresas que buscan crecer a cualquier precio, debido a que el gobierno forma parte del negocio, poniendo en venta los elementos naturales. La infravaloración a la que se somete la cultura indígena, es la estrategia perfecta para el olvido del pueblo y la apertura de cualquier barrera para que puedan manipular el territorio a su libre albedrío.

En esta crítica situación solo la lucha incansable podrá hacer resistencia suficiente para frenar el avance incesante del negocio expoliador. Vencer al capitalismo extremo solo será posible si se le debilita dejando de alimentarlo. Armas como la economía comunitaria, creyendo en las capacidades y el poder propio de los pueblos indígenas, confiando en su trabajo con independencia de los productos introducidos estratégicamente para enriquecerse a su costa, construye la alternativa necesaria para ser libres. Las mujeres son las primeras impulsoras de este cambio, ya que son ellas las encargadas hasta el momento de la conservación en mayor medida de los conocimientos ancestrales, del cultivo de los huertos y el cuidado de animales para alimentarse. Pero, para que puedan desarrollarse en el sentido más puro de la palabra, se tienen que apoyar y admirar, es decir, darles la importancia que merecen. Hecho al que solo se llegará con formación conjunta de ambos sexos.

Es importante mantenerse unidos, ya que desde las élites se hace todo lo posible por dispersar las energías de la población. Crear adicciones a la comida chatarra, cegar con visiones lejanas del paraíso consumista de los países del norte, el desprecio a la mujer y a su propia raza, es lo que acaba destruyendo la fuerza de lo que podría ser.

Guatemala es la afirmación de la necesidad de la soberanía de los pueblos para poder hacer realidad el bienestar general. Empezando con la soberanía alimentaria, debido a que si no se combate la desnutrición no habrá desarrollo de quienes dan vida al territorio. Tampoco se vencerán las grandes inversiones que chupan la energía de los elementos para la producción de alimentos exportados, sin poder frenar su contaminación. Y el desprecio a lo propio no dejará de crecer. Recuperar la independencia de producción para consumir y cultivar cómo, cuándo y qué decidan los guatemaltecos sin manipulaciones externas. Para crecer con bases fuertes, resistentes y sanas, devolviendo el respeto, la conciencia y la riqueza al pueblo.

*Fotografía: Doña Ana García Och junto a su hija, también integrante de Alanel, en Nueva Santa Catarina.

 

Mar Calvet

Es voluntaria de VSF Justícia Alimentaria Global

Ha participado en la beca de Sensibilización de la organización en Guatemala 

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