Este martes la ONU, a través del informe anual de su relator especial sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier de Shutter, pidió un giro radical y urgente hacia la ecoagricultura como la única manera de poner fin al hambre y de enfrentar los desafíos del cambio climático y la pobreza rural.
Llevamos años y años oyendo que la solución al hambre en el mundo, especialmente en África, pasaba por emprender "la revolución verde", esto es, incrementar la productividad de los cultivos, buscando la eficiencia económica y el rendimiento en un sistema totalmente industrializado y dependiente de las grandes multinacionales, de las semillas transgénicas, el petróleo, los fertilizantes, los agrotóxicos, etcétera. Ahora sabemos por boca de la ONU que es falso. La alternativa basada en soluciones campesinas y agroecológicas ha sido denostada desde Estados e instituciones, porque, como dice Shutter, "no va en línea con el paradigma dominante".
Pero finalmente la ONU reconoce lo que ha sido una verdad silenciada, que el modelo de producción agroecológico tiene un mayor rendimiento económico y es clave para frenar el cambio climático; o que en 20 países del África subsahariana, por ejemplo, los rendimientos aumentaron en un 214% en 44 proyectos usando técnicas de agricultura ecológica. Este dato en muy superior a lo que jamás logró ningún cultivo genéticamente modificado. Es sin duda una buena noticia, en contraste con la posición de España, que en los últimos años se ha convertido en el mayor productor de transgénicos de Europa y que apoya a través de la participación y financiación del Programa de Agricultura y Seguridad Alimentaria Global (GASFP), programa también apoyado por la Fundación Bill y Melinda Gates que es la organización financiadora y gran promotora de esa nueva revolución verde en África. Esperemos que este informe haga rectificar la posición de nuestro Gobierno.