El pasado 28 de noviembre se celebraron en la República Democrática del Congo las segundas elecciones democráticas después de la guerra que vino en llamarse la Guerra Mundial Africana entre el 1998 y 2003 y que dejó más de cuatro millones de muertos. La guerra oficial ha acabado, pero la otra, la olvidada continúa dejando muertos en la región del Kivu, en el este del país. Y aunque parezca que no tiene nada que ver con nosotros, tiene que ver, y mucho.
Porque Congo es patio de recreo de las transnacionales europeas, transnacionales que alimentan conflictos armados por el control de las minas de coltán, mineral imprescindible para nuestros teléfonos móviles, consolas, etcétera o se reparten la tierra de cultivo, donde según la campaña "Paren, aquí vive gente", el 50% de la tierra cultivable de Congo está en manos de inversionistas extranjeros, que lo utilizan para cultivar agrocombustibles, productos de exportación o, simplemente, especular con el precio de los alimentos. Deseamos que estas elecciones no generen más violencia, y exigimos como ciudadanos de lo que queda de Europa que haya una legislación europea que controle las transnacionales fuera de nuestras fronteras.