Esta semana, según la FAO, los precios de los alimentos básicos han alcanzado un máximo histórico. En el último año el precio del trigo ha sufrido una subida superior al 80%. Los precios se han alzado por encima incluso de los de 2008, año en el que la crisis alimentaria hizo estallar disturbios en todo el mundo. De hecho, ya han comenzado las movilizaciones en países como Argelia y los efectos comienzan a sentirse en todo el mundo.
La realidad que hay detrás de este fenómeno no es otra que la pura especulación financiera y la propia ONU advierte: "No se puede especular con los alimentos como si fueran meros activos", pero por otro lado, los expertos aseguran que no hay problemas de reservas y suministro.
La comida no es un activo, ni debe estar en la bolsa de futuros, la alimentación es un derecho fundamental. Se han pervertido los mercados hasta el punto de que ahora tan solo existen para proporcionar grandes beneficios a los especuladores, lejos de servir para permitir a la gente para comprar y vender alimentos.
Y ¿quién gana en este juego perverso de la especulación? Pues ganan las empresas de inversión y especulación y ganan las empresas del agronegocio que controlan el suministro de las materias primas. Sus acciones suben de valor y, entran en el juego de la especulación financiera. Y ¿quién pierde? Pues los eslabones sin poder y más débiles de la sociedad, los agricultores a pequeña escala, que ven reducida su renta y su seguridad alimentaria.
Necesitamos mecanismos de control que regulen estos mercados, acabando con la especulación de los fondos y bancos.