Hoy hay más personas en el mundo padeciendo hambre que en cualquier otro momento de la historia humana. A su vez, el Banco Mundial recomienda cada vez más programas asistencialistas, compensatorios, "focalizados", productivistas, privatizadores y de liberalización de mercados, para supuestamente acabar con el hambre.
Y cada vez más los gobiernos, muchas veces hermanados con el sector privado nacional y transnacional, se esfuerzan por implementar estos programas. El resultado ha sido más hambre y más pobreza en el campo y en la ciudad, irónicamente con mayores oportunidades para la inversión y las ganancias privadas.
El hambre y la pobreza son las más nuevas "commodities" (mercancías) para especular con ellas en los mercados al costo de los hambrientos y los pobres. Esta es la triste realidad. Si los gobiernos y las instituciones multilaterales de verdad quisieran reducir el hambre, la pobreza y la miseria, deberían empezar por asumir las verdaderas causas estructurales de las mismas y diseñar políticas públicas de Estados y apoyar las iniciativas de los movimientos dirigidas a atacar dichos problemas en su raíz.
La causas
El hambre y la pobreza tienen sus causas estructurales en el sistema capitalista. Aunado a esto, las políticas neoliberales de recorte de presupuestos y servicios, y de transnacionalización de nuestras economías, empeoran tanto las estructuras de inequidad como las condiciones actuales para nuestros pueblos. Los programas asistencialistas y compensatorios no hacen nada para rectificar esta situación; más bien enmascaran las causas verdaderas y permiten que se sigan transformando nuestras economías en contra de nuestros propios intereses.
El sistema económico, capitalista global, ha generado diversas crisis, cuyas manifestaciones locales y regionales nos golpean más, incluyendo, entre otros, los efectos de la crisis global de los precios de los alimentos y de la crisis climática. Los alimentos subvencionados y baratos importados por las empresas transnacionales, posibilitados por los tratados de libre comercio, rebajan los precios que recibimos por nuestros productos agrícolas, obligando a las familias campesinas a abandonar el campo y a migrar a las ciudades, mientras se socava la producción alimentaria local y nacional. Justo cuando se haya suprimido la producción nacional de alimentos, sus precios se dispararán en los mercados internacionales, generando hambrunas que pudieran haber sido evitadas por políticas de Estado que apoyaran la producción campesina nacional de alimentos en cada país, a través de sus sistemas de producción.
Los inversionistas extranjeros, invitados por algunos de nuestros gobiernos, acaparan las mejores tierras de labranza, desplazando aún más a los campesinos y campesinas locales, productores y productoras de alimentos, y reorientando las tierras hacia la minería, siendo social, cultural, política, económica y ambientalmente devastadora, hacia las plantaciones de agrocombustibles que alimentan a los automóviles en vez de a las personas y hacia otras plantaciones dedicadas a la exportación, que atentan contra la Soberanía Alimentaria de nuestros pueblos y sólo enriquecen a unos pocos. Hay cada vez menos tierra para producir alimentos para las personas, y cada vez más para minas y desiertos verdes. La privatización por la venta y la contaminación del agua significa que los únicos que pueden regar son los dueños multinacionales de las plantaciones para agrocombustibles y la exportación.
Al mismo tiempo, las emisiones descontroladas de gases de efecto invernadero y la contaminación del aire proveniente de los Países Desarrollados y del sistema agroalimentario global de las corporaciones -basado en el transporte a largas distancias y en la agricultura industrial- están cambiando el clima en nuestro detrimento. Nuestras tierras se vuelven más áridas, con cada vez mayor escasez de agua, afrontamos incrementos de las temperaturas y condiciones progresivamente más extremas, tales como fuertes tormentas, huracanes, inundaciones y sequías. Las fechas de las épocas lluviosas se han vuelto completamente impredecibles, de manera que ya nadie sabe más cuándo sembrar. Todo esto daña a las familias campesinas y pueblos originarios y afecta a la producción alimentaria. También, nos enfrentamos a la imposición de las semillas transgénicas en nuestros países, que amenazan la integridad de nuestras variedades locales de semillas –esenciales para hacer frente al cambio climático- y la salud de nuestros consumidores y consumidoras.
Frente a esta dura realidad, La Vía Campesina Internacional, reunida en la VI Conferencia Internacional, en Yakarta, Indonesia, desde el 9 al 13 de junio de 2013, ha analizado posibles soluciones reales al hambre y la pobreza en nuestro mundo, al atacar las causas estructurales de dichos problemas y sobre todo en las zonas rurales de todos los países.
En base a eso, hemos elaborado los siguientes lineamientos para los gobiernos y para las instituciones multilaterales que verdaderamente quieran erradicar el hambre, la pobreza y la miseria. Estos son:
- El eje rector de todas las políticas públicas de los gobiernos y de los organismos internacionales debe ser garantizar la alimentación de todos los seres humanos, donde los alimentos no sean apenas una mercancía, como está establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
- Garantizar el acceso campesino e indígena a la tierra, el agua y las semillas nativas.
- Asegurando que cada familia y comunidad campesina e indígena disponga de tierras fértiles para trabajarlas, a través de una reforma agraria integral.
- viabilizando el acceso al agua, tanto potable como para riego (bajo esquemas artesanales que no dañen a la Madre Tierra), para todas las familias que vivan en las zonas rurales. El agua es un derecho universal de todos los seres humanos, y no debe ser propiedad privada de nadie;
- apoyando los bancos de campesinos de semillas: estimulando el rescate, multiplicación e intercambio de semillas locales, mejoradas por los propios procesos de fitomejoramiento campesino;
- impidiendo el control privado y extranjero de los recursos naturales.
- Garantizar la producción campesina e indígena de alimentos:
- Proveyendo los recursos económicos y técnicos que aseguren la producción de los/las campesinos/as y Pueblos Indígenas;
- Creando y estableciendo que los programas de adquisición pública de alimentos, en todos los niveles de gobierno, compren de manera anticipada y con precios justos, la producción campesina e indígena de alimentos de las familias, comunidades y cooperativas. La alimentación no puede ser condicionada por la fuerzas del mercado;
- disponibilizando recursos para instalar pequeñas agroindustrias campesinas y comunitarias, en forma de cooperativas, para que el valor agregado quede en manos campesinas;
- implementando programas de reforestación con árboles nativos y frutales en todas las zonas campesinas.
- Implementando programas que promuevan la soberanía energética en todas las comunidades rurales, en base a recursos locales existentes, a través de sistemas de alimentación, medio ambiente, y energía.
- Teniendo en cuenta la formacion en agroecología en el sistema educativo en todas las zonas rurales.
- Garantizar el acceso de las comunidades rurales a una educación pública, universal, gratuita y de calidad: una educación, que estimule a la juventud a quedarse en el campo y que no aliente al abandono de las áreas rurales.
- Asegurar un porcentaje del presupuesto público a la educación, con un 10%, a la salud con un 10% y la producción campesina de alimentos en un 20%, en lugar de dedicar recursos públicos al pago de intereses de deuda.
- Garantizar un ingreso digno a todos y todas los trabajadores y trabajadoras para que puedan adquirir una dieta adecuada y basada en los principios de la Soberania Alimentaria.
- El Estado debe establecer sistemas previsionales tripartitos justos y solidarios que garanticen una pensión o jubilación digna a cada trabajador/a.
- Se debe prohibir todo tipo de discriminación (en base a sexo, género, color de la piel, etnia, religión, identidad, etc.), actuando efectivamente para evitar la misma.
- Exigimos a los gobiernos de los países productores de petróleo que aprueban en la OPEP un porcentaje sobre todas las transacciones de petróleo en el mundo, y que los fondos recaudados vayan a un fondo para acabar con el hambre.