"La producción intensiva se promocionó desde las instituciones políticas y el agronegocio como una forma de progreso y mejora de la calidad de vida de las personas productoras, pero la realidad es que se ha impuesto con un solo objetivo: convertir la producción de leche en un negocio. No tiene en cuenta los efectos negativos que tiene para la sociedad vasca, el medio ambiente o el campesinado en los países empobrecidos".
El pasado mes de febrero se presentó en Bilbao un estudio sobre el sector lácteo y sus interacciones con los países empobrecidos, realizado por Veterinarios Sin Fronteras, EHNE-Bizkaia y Ekologistak Martxan, dentro de la campaña No te Comas el Mundo, y que ha sido socializado a través del cuaderno pedagógico Ordeñando alternativas (ver) y un cortometrajeTetas Caídas (ver trailer a continuación).
En los últimos veinte años, según indica el informe, «el abandono de la producción lechera ha sido constante en el Estado español. Han desaparecido el 60% de las granjas y de 70.000 cabezas se ha pasado a 24.500 cabezas de vacuno».
Tal y como se transmitió en la rueda de prensa, el estudio ratifica que las explotaciones en Euskadi son las más dependientes de Europa en la compra de insumos, especialmente soja, para producir y, sin embargo, se encuentran también entre las que menos margen económico tienen. Carecen de autonomía, pero en torno a ellas hay un gran negocio por parte de agentes terceros, que es el que ha motivado esta situación, no sólo perjudicial en el ámbito local, sino también para las y los campesinos de los países empobrecidos, que reciben leche importada a precio "dumping" que hunde sus producciones. Ante esto, se plantea un cambio de modelo productivo, ligado a la tierra, agroecológico, lo más autónomo posible y solidario, algo que las propias personas ganaderas entrevistadas recomiendan a las nuevas generaciones.