Esta semana hemos asistido en Catalunya a una polémica pública generada a propósito de la propuesta de cambio de marca de la leche que se sirve en la cafetería de Parlament de Catalunya, un cambio que pretende incluir en su decisión de compra criterios de proximidad. La marca que se pretende cambiar es President, marca que pertenece a la multinacional francesa Lactalis.
Frente a esta propuesta, hemos visto diversos medios que se han lanzado en tromba a criticar duramente esta iniciativa, realizando al unísono una defensa de los intereses de Lactalis, arguyendo que esta propuesta del Parlament carece de sentido, ya que la multinacional francesa tiene una planta en Mollerusa (Lleida) y recoge leche de ganaderos de la zona, y que por tanto se trataría también de compra de proximidad.
Se trata este de un debate que a simple vista no parecería merecer mucha atención pública y por tanto destinado a quedarse en el capítulo de las anécdotas del Parlament, pero en realidad la cosa tiene más importancia de lo que parece. La polémica abierta esconde uno de los grandes debates abiertos a nivel global sobre la alimentación en los últimos años. La confrontación de un modelo basado en la agroalimentación industrial, grandes corporaciones y alimentos kilométricos, y otro basado en la agricultura familiar y campesina y sistemas locales de la alimentación, por tanto en criterios sociales, de justicia y sostenibilidad ambiental.
"¿Podemos llamar mercados de proximidad y circuito corto a la venta de leche de una multinacional, como en este caso Lactalis, porque compre una parte de su producción a ganaderos locales?"
Las alternativas basadas en sistemas alimentarios locales están avanzando cada vez más en todo el mundo como alternativa al actual sistema en manos algunas grandes corporaciones y también en el pensamiento de los consumidores/as, que cada vez más apuestan por una agricultura sana, justa y cercana. Esto lo saben las grandes multinacionales de la alimentación y la distribución, que hace unos años descubrieron que la compra de proximidad se está convirtiendo en una tendencia social y de consumo. El análisis de las Food trends del 2013 arrojó las siguientes palabras: fresco, local, sano, lento, simple y cercano. Es por ello que realizan estrategias publicitarias de todo tipo para aprovechar este concepto y finalmente incluirlo y pervertirlo. Así, podemos ver cada vez más productos que se anuncian como “cercanos”, y es totalmente falso. Grandes corporaciones alimentarias compran una pequeña parte de su materia prima en un territorio y lo publicitan como si todos sus proveedores fueran pequeñas explotaciones familiares locales. Ejemplos recientes como los de McDonalds, Kellogs´s, Casa Tarradellas, Pastas Gallo y un sinfín más.
Por lo tanto, para analizar y poner luz en el debate, la primera pregunta que debemos responder es: ¿Podemos llamar mercados de proximidad y circuito corto a la venta de leche de una multinacional, como en este caso Lactalis, porque compre una parte de su producción a ganaderos locales?. Desde nuestro punto de vista y de las propias investigaciones y estudios que sobre canales cortos de comercialización y compra pública que hemos realizado los últimos años, la respuesta es NO; y además no solo eso, sino que Lactalis ejemplifica el modelo contrario al basado en canales cortos.
"Una gran multinacional que tiene una de sus fábricas en un municipio y que compra una minúscula parte de su producción a granjas de la región no es un sistema alimentario local".
En primer lugar, nos será útil saber qué queremos decir cuando hablamos de canales cortos o compra de proximidad, y para ello tenemos la propia definición del Ministerio de Agricultura y Medioambiente en su último estudio, Canales cortos de comercialización en el sector agroalimentario, en el que parte de un concepto del canal corto de comercialización como aquel en el que el número de intermediarios es uno o una cantidad muy limitada de personas, que está asociado al desarrollo económico local y en el que se valora la relación productor-consumidor, y además explicita que sus formas de comercialización se realizan a través de mercados de productores, venta directa en la explotación, envíos a domicilio, tiendas de venta directa, grupos de consumo, comedores colectivos, plataformas on-line y venta on-line del propio productor o fabricante.
Un sistema alimentario local no lo es simplemente por los kilómetros que hay entre una fábrica de leche y el consumo. Esto no es una opinión, sino que responde a las definiciones nacionales e internacionales de sistema alimentario local. Estas incorporan otras muchas características que se pueden resumir en el tipo de modelo empresarial y económico que aporta un modelo u otro. En Cataluña se tuvo un buen ejemplo de este debate en torno al proyecto de Eurovegas. ¿Es lo mismo el Parque Agrario del Llobregat que el complejo Eurovegas? Porque los dos son “locales”. Evidentemente no. Los impactos sociales, económicos, de desarrollo territorial, de control ciudadano, los aspectos ambientales, de transparencia de la información o el tipo de trabajo ofrecido y creado son muy distintos en los dos casos. Una gran multinacional que tiene una de sus fábricas en un municipio y que compra una minúscula parte de su producción a granjas de la región no es un sistema alimentario local ni forma parte de él. Un grupo de cooperativas constituidas por granjas familiares de producción sostenible y que comercializan sus productos directamente o en circuito corto, sí.
Recientemente, los parlamentos de Euskadi y Catalunya -en Andalucía está en trámite-, han aprobado la creación de Planes de Compra pública alimentaria con criterios sociales y ambientales, que incluyen las compras públicas de alimentos de circuito corto y proximidad. El debate del Parlament de Catalunya donde se realizaron las declaraciones de la polémica hay que entenderla en este contexto. La necesidad de incorporar claúsulas de compra pública que incluyan alimentos frescos, producidos o recolectados cerca de donde se van a consumir, basados en una agricultura y ganadería familiar, que sean proyectos empresariales con una clara dimensión social y comunitaria, es un reivindicación justa y muy necesaria. Esto está además reconocido y alentado por la Unión Europea y la Organización para la Agricultura y la Alimentación de la Naciones Unidas (FAO), por ejemplo.
¿Por qué es importante el impulso de este tipo de alternativas frente al modelo imperante que representa Lactalis? Algunos de los beneficios ambientales de los sistemas alimentarios locales son la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero (recordemos que el sistema alimentario globalizado representa casi la mitad de las emisiones), una menor demanda energética —específicamente de energía fósil (la base del sistema alimentario globalizado es el petróleo necesario para fertilizantes, plaguicidas, mecanización, transporte o envasado)—, una menor contaminación (la principal industria contaminante a escala europea es la alimentaria) y el freno a la alarmante pérdida de biodiversidad agrícola y de espacios agroambientales, entre otros. En cuanto a los beneficios socioeconómicos, constatamos que los mercados locales generan más empleo local y más diverso, más economía local (por cada euro que se invierte en estos sistemas se llegan a generar más del doble de ingresos locales que en el sistema globalizado) y suponen una de las pocas salidas para un sector agrario en crisis desde hace años y abandonado al enorme poder que ostenta la industria y la distribución en la cadena agroalimentaria dominante.
Para el sector agrario familiar, la venta de proximidad aparece como una oportunidad de escapar de esas cadenas alimentarias pilotadas por un pequeño grupo de corporaciones que cada vez tienen más poder. Los mercados locales son herramientas que facilitan que las fincas agrarias sean económicamente rentables y capaces de dotar de un nivel de vida adecuado a los trabajadores y sus familias. La viabilidad de las actividades agrarias es clave para el mantenimiento de una agricultura y un medio rural vivos. Y el medio rural es importante tanto para los que viven en él como para los que no. Las valoraciones llevadas a cabo por un estudio financiado por la UE indican que las cadenas cortas de comercialización son las formas más importantes y más beneficiosas para el desarrollo rural. En general, generan más empleo que cualquier otra actividad, más ingresos que la mayoría de otras actividades y más valor añadido neto monetario que cualquier otra forma de actividad. El estudio indica que por cada dólar gastado en un mercado de granja, 0,58 se generan de forma indirecta (multiplicador de 1,58). Estudios similares realizados nos dan multiplicadores equivalentes entre 1,41 y 1,71.
"Cuando hablamos de canales cortos de comercialización ya vemos que no se trata únicamente de kilómetros, sino del poder y control de la cadena agroalimentaria".
Uno de los mayores estudios comparativos lo realizó la New Economics Foundation (NEF) en Inglaterra. El estudio concluye que un sistema basado en mercados municipales y circuitos alimentarios cortos genera el doble de puestos de trabajo que otro basado en supermercados, siendo diferentes no solo en número, sino también en el tipo de trabajo y, sobre todo, en las características de resistencia, resiliencia, etc. En este mismo estudio de la NEF, aparece el fenómeno de la enorme variedad y diversidad de negocios.
Por lo tanto, cuando hablamos de canales cortos de comercialización ya vemos que no se trata únicamente de kilómetros, sino del poder y control de la cadena agroalimentaria. El modelo basado en circuitos cortos no es compatible con un modelo de concentración oligopólica de la alimentación sino que supone una apuesta política, económica y social en sentido contrario.
La implicación de empresas como Lactalis y las marcas blancas de los supermercados (que fabrican estas mismas empresas) en la desaparición de la agricultura y ganadería familiar parece clara. El sector lácteo controlado por este puñado de empresas provoca una disfunción contrastada en su funcionamiento. El monumental desequilibrio de poder existente en ella es la causa principal. Todos los sindicatos agrarios lo denuncian (“Lactalis es nuestro vedugo”, declaraba hace poco una representante de un sindicato agrario), el Observatorio de Precios del Ministerio de Agricultura ofrece datos claros (este mes de junio el diferencial entre el precio que percibe un ganadero de leche y el que nos encontramos en el supermercado a la hora de pagar es de un 120%); a escala europea, existen dos comunicaciones de que van en ese sentido. Finalmente, por si faltara algo más, el relator de la ONU para el Derecho a la Alimentación ha expresado recientemente su preocupación por este tema y ha propuesto medidas correctoras. Pero el hecho continúa inmutable. Quien posea los recursos productivos (o quien tenga poder de coacción sobre quien los controla) es quien moldea el modelo de producción en función de sus intereses. Es decir, la clave está en el control de lo necesario para producir y/o distribuir los alimentos. La posesión de estos recursos se transforma en poder a través de ciertos mecanismos de dominación.
"En el Estado español, de cada 100 euros que pagamos por la leche, según el Ministerio de Agricultura, la fase de producción se queda con un beneficio de 0 €"
Un caso claro es el de la leche: mientras la ganadería lechera no participa del beneficio de la venta de un litro de leche y pierde dinero, en Canadá la ganadería se queda con el 54% del precio final de venta de ese mismo litro de leche. No obstante, en el Estado español, de cada 100 euros que pagamos por la leche, según el Ministerio de Agricultura, la fase de producción se queda con un beneficio de 0 €, la distribución se queda con al menos un 60 % (puede llegar a ser del 90 %) y el resto (10 %-40 %) se lo queda la industria. Las diferencias entre Canadá y España no existen por casualidad. Actuar sobre el mercado y desplazar el poder de la cadena del agronegocio al campo tiene efectos virtuosos.
La desaparición de la ganadería familiar no deja lugar a dudas. En el Estado español, la intensidad de la extinción se ha incrementado últimamente, en los últimos 8 años, con 255 pérdidas al día. Y no solo en la fase productiva, cualquier iniciativa de pequeña escala en las fases de transformación y comercialización tiende a seguir la misma suerte. La apisonadora de los que mandan en la cadena las hace inviables. En 1994, existían en España 140.000 explotaciones lácteas. Hoy, sólo quedan 23.000.
¿Que ocurre en el mercado de leche en el estado español? ¿Es un oligopolio?
Pues juzguen ustedes. En concreto, los diez grupos lácteos más importantes manejan el 80% de toda la leche que se recoge en España. El 60% de toda la leche recogida se destina a la leche líquida envasada; en este subsector, siete empresas controlan el 75%, y las tres primeras más del 40%. Del resto del mercado lácteo (del que, como se ve, apenas queda nada), el 50% lo controlan, directamente, los supermercados a través de sus “marcas blancas”. No se ve mucha atomización, la verdad más bien un descarado oligopolio.
¿Quién es Lactalis? Lactalis: la tercera empresa láctea del mundo, y la primera de leche y quesos de Europa. Entremos un momento en el primer supermercado que encontremos y hagamos el siguiente ejercicio: identifiquen, por favor, las siguientes marcas: President / Flor Esgueva / Galvani / El Ventero / Gran Capitán / El Cigarral / Don Bernardo / Mama Luis / El Prado / Campobello / Societé / Puleva / Ram / El Castillo / Letel / Lactel / Plana de Vic / Lauki / Che / Chufi / Nesquik / Nadó/ La Lechera / Sveltesse / Helados Nestlé. Todas del sector lácteo y derivados. Y todas ellas propietarias de Lactalis y sus aliados. Lactalis pertenece a la familia Besnier. Su presidente, Emmanuel Besnier, era la dieciseisava mayor fortuna de Francia en 2009. Un ejemplo del modus operandi de Lactalis en su país matriz es la llamada Guerra del Camembert. En 2007, se desató una auténtica rebelión por parte de los productores artesanales de camembert en Francia cuando Lactalis presionó todo lo que pudo a las autoridades francesas para que le autorizaran a utilizar en sus camembert industriales el sello de Appellation d’Origine Contrôlée. La normativa decía que la leche a utilizar en la elaboración del queso debía ser cruda y no pasteurizada. Lactalis quería modificar esa norma. Afortunadamente, de momento, esa batalla la perdió, pero utilizó tácticas como denunciar en 2008 a sus competidores de leche cruda por una “posible” contaminación de “bacterias patógenas” de un lote de quesos camembert de estos. Las autoridades francesas lo retiraron por precaución y las analíticas posteriores desmintieron la acusación, aunque el mal ya estaba hecho. "¿podemos decir que Lactalis es un ejemplo de sistema alimentario local, basado en una agricultura familiar, que genera desarrollo local, que ayuda a mantener la actividad agraria de manera digna?" En España, Lactalis ha estado implicada en el Caso Campeón de corrupción en Galicia. En concreto, consiguió negociar que se le pagaría un 30% del coste de fabricación de una nueva planta con fondos públicos, al mismo tiempo que ante sus puertas se manifestaban los sindicatos agrarios exigiendo unos precios justos por su leche. Además, ha sido condenada por la Comisión Nacional del Mercado de Valores por pactar precios con el resto de empresas lácteas que forman el cártel lechero de nuestro país.
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Visto todo esto, ¿podemos decir que Lactalis es un ejemplo de sistema alimentario local, basado en una agricultura familiar, que genera desarrollo local, que ayuda a mantener la actividad agraria de manera digna?
Más allá de la anécdota del Parlament de Catalunya, anécdota utilizada para atizar de lo lindo y ridiculizar una propuesta que va mucho más allá del dichoso brik de leche de la cafetería del edificio, se encuentra la propuesta de apostar por una compra pública alimentaria con criterios sociales y ambientales.
Es en este marco donde se inscribe la campaña Cortocircuito que impulsamos VSF Justicia Alimentaria Global y más de 40 organizaciones sociales entre las que se encuentran sindicatos agrarios, organizaciones de consumidores y asociaciones de Padres y Madres de Alumnos. Exigimos que las administraciones y los poderes públicos pueden, y deben, tener un rol determinante para impulsar estos mercados alimentarios locales; y no únicamente con acción legislativa y presupuestaria, sino como consumidores o “compradores” de alimentos. El poder de compra de alimentos de las distintas administraciones públicas es muy importante, se estima que en el estado español se destinan entre 2.000 y 3.000 millones de euros a las compras alimentarias cada año. Si bien a todo el mundo le parece importante impulsar estrategias basadas en canales cortos, la realidad es que las políticas son muy escasas. Así, vemos como en España la venta directa no llega al 3% del total, frente al 20% en países como Francia, Italia o Portugal.
Si este volumen de compra se realizara en mercados de proximidad, estaríamos ante el catalizador definitivo para crear, fortalecer y extender una red de mercados locales viables con unas consecuencias importantes a nivel económico, social y cultural, tal y como hacen otros países de nuestro entorno como Francia e Italia. Para ello, el papel del Parlament será clave, empezando por su cafetería.