Justicia Alimentaria presenta el informe «Mi primer veneno: la gran estafa de la alimentación infantil», en el que se analizan las falacias de los productos procesados para bebés (0-3 años) y todo el entramado publicitario, de avales médicos, etiquetado confuso y reclamos nutricionales engañosos para respaldar que estos productos son una alternativa cómoda y saludable a la comida casera. La mayoría de estos productos son altamente procesados, tienen un escaso valor nutricional y algunos de ellos son claramente insanos, de mala calidad y están muy alejados de las bondades incuestionables de la alimentación casera.
La organización ha analizado los trucos publicitarios y del etiquetado y, sobre todo, se ha centrado en el lugar donde se compran y de quién reciben el aval, ya que estos productos se compran, básicamente, en supermercados y farmacias y reciben el aval de asociaciones pediátricas a pesar de ser productos poco saludables. Las principales fuentes de información que utilizan las familias para escoger los alimentos infantiles son: la recomendación pediátrica —que incluye la farmacia como gran punto de venta—, recomendaciones de personas cercanas, los anuncios de televisión y los reclamos en los propios supermercados. En las farmacias, por ejemplo, se compran la mitad de las leches de sustitución y una cuarta parte de los cereales (el 28 % del total). Según Ferran García, autor de la investigación: «Este hecho nos indica que la percepción “médica” de la alimentación infantil está muy extendida y no ha sido casual, sino que forma parte de un entramado de la industria para vender más bajo el falso paraguas de la salud». Además, añade que se consigue dar a entender que «si un potito se anuncia por televisión y además lo avala una asociación de pediatría, la opinión social es que debe ser verdad y saludable; en caso contrario, “alguien” lo prohibiría; nada más lejos de la realidad».
En el Estado español se facturan 500 millones de euros y se fabrican 60.000 toneladas de producto alimentario infantil dividido en tres grandes sectores: los derivados lácteos de sustitución, las harinas y cereales (las papillas) y los alimentos sólidos texturizados (los potitos). A estos hay que añadir: postres industriales, galletas, aperitivos, chocolates, etc. Se trata de la gama de productos con mayor crecimiento de ventas en los últimos años. Esto significa que cada familia gasta más de 300 € anuales por bebé en alimentación industrial y que consume, por poner un producto ejemplo, 94 potitos anuales.